Su nombre es REIT y son el acrónimo de Real Estate Investment Trust y puede traducirse al castellano como fondo de inversión inmobiliario. Se trata de una de las últimas medidas del Gobierno para impulsar la recuperación del sector inmobiliario, aunque su historia se remonta a principios del siglo XX en Estados Unidos. En los años 70 cruzó el Atlántico para instalarse en Europa, concretamente en Holanda, donde el Real Estate es ya un activo más de las carteras de inversión. Sin embargo, su gran expansión por Europa no se produjo hasta la década de los 90.
En realidad los REIT no son un producto tan novedoso y de hecho los fondos de inversión inmobiliarios llevan años comercializándose en España como instituciones de inversión colectiva (FII o SII). La diferencia en este caso es que los REIT podrán cotizar en Bolsa, lo que les hará ganar liquidez frente a los FII y SII. Es decir, cualquier inversor podrá entrar y salir de estos fondos libremente en cualquier momento, como por ejemplo ocurre con los ETF, mientras que en los FII y SII existen unos rígidos plazos de inversión. Por lo demás la operativa es muy similar en ambos casos: realizan inversiones en activos inmobiliarios para obtener rentabilidad de su alquiler, que es lo que luego se transforma en el dividendo de los inversores, y están exentos de pagar el impuesto de sociedades. Además, en el caso concreto de los REIT el beneficio está asegurado porque deben destinar por lo menos el 90% de los ingresos por alquiler al pago de dividendos.
Una de las ventajas de los REIT es que aportan algo de transparencia a un mercado por lo demás bastante opaco como es el inmobiliario. Al cotizar en Bolsa, su precio se fija diariamente, por lo que es muy fácil conocer cuál es el valor de los activos del fondo, es decir, de los pisos o edificios que tiene en propiedad. En la actualidad, como no se producen transacciones esto no es posible.
Desde un punto de vista inversor también cuentan con sus ventajas, sobre todo desde un punto de vista fiscal. Para empezar, están exentos de pagar el Impuesto de Sociedades, lo que evita la doble imposición y todavía está por ver si podrán beneficiarse de otras deducciones como la exención del pago de dividendos para particulares hasta los 1.500 del que ya disfrutan las acciones.