Sobre el valor de los activos

En el núcleo de la crisis económica y financiera actual hay un problema que se supone que el mercado debe resolver por si mismo: saber cuánto valen las cosas. Más específicamente, el valor de los distintos activos, tanto financieros como tangibles.

Y no es una cuestión menor: hoy en día, con la extrema volatilidad de los mercados como punto de referencia, nadie sabe a ciencia cierta cuanto vale una empresa como Repsol. O el Citibank. O cuanto vale una simple vivienda en Florida, Barcelona o Londres. Es más, tampoco se sabe a ciencia cierta cuanto valen las divisas.

Adam Smith, un economista de principios del siglo pasado, dijo que el valor se establece “no como una medición exacta, sino como consecuencia de la actividad del mercado”. Sin embargo, en momentos en que en un país tras otro los bancos se hunden y las bolsas sufren un severo castigo, el valor de hipotecas, títulos, propiedades o divisas se vuelve difícil de determinar.

Tomemos un ejemplo: a pesar que el torbellino que se desato en los mercados mundiales tuvo su origen en el sistema bancario estadounidense, el dólar sube y sube con relación a otras divisas, cerrando por debajo de la cota de 1,30 €, cuando hace apenas tres meses la paridad estaba en 1,60 €. Es irónico que, a pesar de la confusión y la extrema debilidad de la hiperendeudada economía estadounidense, la respuesta de casi todo el mundo es invertir dinero en ellos. La respuesta se puede encontrar en el valor psicológico de la moneda norteamericana.

Hay otro ejemplo que bien grafica el problema de la falta de precios de referencia. En Islandia, donde su moneda se ha devaluado a la mitad con respecto al dólar estadounidense en el último año y con serios problemas en su sistema bancario, sus habitantes han encontrado una forma de invertir y no perder dinero en el camino: la compra de relojes Rolex. Según publica el New York Times, la demanda de esa marca en Reykjavik se ha disparado en el último año. La gente busca algo que pueda vender en cualquier parte del mundo. Y hay que reconocer que no es una mala idea una inversión de esta naturaleza…

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