Tres cosas que deberías mejorar como usuario de productos financieros

Los productos financieros son una parte esencial de nuestras economías particulares pero no siempre tenemos las cosas claras sobre su uso y contratación. Vamos a repasar tres cosas que deberías mejorar como usuario de productos financieros productos financieros

No siempre nos relacionamos de manera correcta con nuestros productos financieros. De hecho en general podemos hablar en nuestro país de una baja cultura financiera que hace que, en comparación a otros países europeos, no solo no conozcamos bien nuestros propios productos, también que no rentabilicemos al máximo sus posibilidades. Por ello resulta importante plantear una mejora de nuestra relación con los servicios financieros. Estos son algunos consejos en ese sentido.

Debemos saber en cualquier caso que todo pasa por una mejora en los caudales de información que manejamos, esta sería la clave inicial y básica para poder llegar a entender realmente qué es y cómo se comporta cada uno de los productos que hemos contratado a las entidades financieras más allá de sus características primarias y evidentes.

Este es una cuestión tan elemental que realmente ni siquiera debíamos hablar de ella, sin embargo, la cultura financiera en nuestro país es muy baja en relación a la de los países europeos. Este hecho viene a significar que son muchos los usuarios que poseen productos financieros de los que desconocen una gran parte de sus características y funcionamiento.

Conocer los productos que has contratado

Un ejemplo muy claro de esto lo tenemos en los planes de pensiones, donde, una reciente encuesta arrojaba un dato ciertamente demoledor; más del 70% de los suscriptores de planes de pensiones desconocían el tipo de plan que tenían contratado así como cuestiones básicas como la rentabilidad en proyección o la rentabilidad corriente del producto y por supuesto su repercusión sobre las finanzas personales.

Por tanto se hace básico acercarse a conocer el funcionamiento de nuestros productos, esto lo podemos hacer a partir de las propias documentaciones anexas a los contratos de producto, o, simplemente, acercándonos a las entidades financieras y pidiendo el máximo de información relevante sobre lo que tenemos contratado.

La contratación de un producto financiero nunca debe realizarse sin la comprensión total de lo que estamos contratando. Es más, cuando no comprendemos algo o la totalidad del funcionamiento de un producto financiero no resulta recomendable realizar su contratación sin acudir a una asesoría, a ser posible independiente.

Debemos recordar que los bancos son empresas y como tal su principal objetivo es la búsqueda de beneficios. Esto no quiere decir que todos los bancos apliquen mala praxis en su modelo de comercialización de productos financieros, pero sí, que su objetivo es colocar productos financieros por lo que se trata de un modelo de venta menos razonado, más agresivo y en muchas ocasiones condicionado.

Por otro lado nos guste más o menos no podemos olvidar situaciones complicadas ocurridas en los últimos años, por ejemplo, la comercialización de preferentes como si fueran productos garantizados sin riesgo, algo que ha traído posteriormente enormes problemas a decenas de miles de ciudadanos que contrataron engañados un producto complejo de riesgo.

La asesoría independiente puede jugar aquí un papel interesante ya que, contrariamente a lo que podemos suponer, no se trata de servicios para grandes fortunas sino que se encuentran al alcance de todos los bolsillos. Bien merece la pena un gasto mínimo en asesoría antes de contratar un producto que puede resultar tremendamente nocivo para nuestro bolsillo.

En cualquier caso, por otro lado, hoy en día el volumen de información sobre productos financieros es muy superior al que podríamos manejar hace tan sólo una década, es decir, realmente podemos acceder a información sobre prácticamente todo tipo de productos financieros de primera mano con lo que poder tomar decisiones más sólidas y basadas en el conocimiento de dichos productos.

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Utilizar bien los productos financieros

Es mucho más frecuente de lo que podemos pensar el mal uso de los productos financieros. Por mal uso no debemos sólo entender un uso equivocado de un producto en las funciones que debiera ocupar otro, sino también la falta de aprovechamiento de los servicios que los productos nos pueden ofrecer, o incluso el desconocimiento de los mismos llevado al extremo de ignorar los servicios.

Algo que podemos resumir en un otro producto, las tarjetas de crédito. Estos productos se convierte sin duda en un buen ejemplo de cómo bien por el uso equivocado o bien por el desconocimiento de las prestaciones no acabamos de usar de manera racional los productos financieros. Por ejemplo, es muy habitual el uso de las tarjetas como elemento de financiación y disponible en métalico, un error realmente grave ya que los intereses medios de estos productos son mucho más elevados que los intereses de cualquier préstamo  al consumo, mientras que, en el lado del desconocimiento, los seguros asociados a las tarjetas son un gran desconocido aún del usuario medio, que en muchas ocasiones ni siquiera sabe que se encuentra protegido bajo coberturas que las tarjetas ofrecen.

Realmente las tarjetas de crédito son un buen ejemplo de lo que queremos transmitir en este artículo ya que reúnen en un solo producto las tres cosas que deberías tener en cuenta como usuarios de productos financieros.

Se trata de un producto del que generalmente no conocemos todo su alcance y potencial, ni sus gastos ocultos si los tuviera. Además, las tarjetas de crédito son probablemente el producto financiero que más lleva a un mal uso de sus condiciones ya que permite algunas operativas como la disposición en metálico para las que no debieran utilizarse. Por último, tampoco se trata de un producto al que prestemos atención desde el punto de vista de la planificación ya que tenemos una cierta tendencia a acumular tarjetas sin razonar la conveniencia de dicha acumulación.

Pero el mal uso de los productos financieros va más allá de la utilización concreta del producto y puede incluso partir desde el propio momento de su contratación. Por ejemplo, quien se acerca por primera vez a los fondos de inversión y tiene la opción de modificar la dirección de sus inversiones, ya que los traspasos entre fondos son gratuitos y se pueden realizar tantas veces se quiera sin coste, pueden ser un ejemplo de esta mala utilización previa. Contratar un fondo de inversión inmovilizarlo posteriormente en función de la evolución del mercado o de las necesidades del partícipe es una buena idea, contratar un fondo de inversión sin saber lo que se contrata inmovilizarlo de manera errática a golpes de impulso o de pánico es una idea pésima.

En general si comprendemos para qué sirve un producto financiero contratado, cuáles son sus principales ventajas y cuáles son sus debilidades seremos capaces de aprovechar al máximo las primeras y huir de las segundas.

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producto financiero

Administrar bien tus productos financieros

Este sería la última recomendación para mejorar nuestra manera de relacionarnos con los productos financieros aunque, como resulta comprensible entender hay muchas más. A lo largo de la vida, y muchas veces de manera involuntaria, vamos acumulando productos financieros que no terminamos de cerrar y que quedan acumulados, sumando a esto un exceso real de contratación en productos como tarjetas o cuentas bancarias, realmente son muchos los usuarios que mantienen muchos más productos son los que necesitan.

Hemos colocado este tema en último lugar pero realmente debiera ser el primero. Realizar un buen examen de nuestros productos financieros y determinar cuáles no son realmente útiles, o, como agrupar diferentes servicios para tener menor volumen de producto, es una muy buena idea que todos debiéramos realizar. Repase un poco mentalmente¿ está seguro que no tiene ninguna cuenta bancaria que ya no utilice y que siga a bierta? ¿está seguro que no le genera gastos? ¿sabe cuantos seguros de vida tiene entre los que haya contratado más las coberturas de otros productos?… son preguntas a las que conviene responder.

Del mismo modo que para poder tener unas finanzas personales saneadas es obligatorio un repaso global a nuestros gastos e ingresos, y la creación de un presupuesto que consigne todo ello, es estrictamente necesaria una revisión profunda de nuestros productos financieros.

En primer lugar, como ya hemos indicado, porque podemos evitarnos gastos innecesarios y duplicidades en productos que no conducen a ningún lado.

En segundo lugar porque un uso racional de los productos financieros siempre es más que correcto. Si volvemos a tomar el ejemplo de las tarjetas de crédito lo podemos ver claramente. Realmente en una economía doméstica saneada debería ser más que suficiente el uso de tres tarjetas:

  • Una tarjeta de crédito para pagos aplazados
  • Una tarjeta de crédito para pagos inmediatos
  • Una tarjeta virtual para pagos por Internet

Realmente con estas tres tarjetas debería ser suficiente para un funcionamiento correcto de nuestras finanzas. Esto suele multiplicarse añadiendo más tarjetas de crédito, concediendo menos valor a la tarjeta de débito y en muchos casos sustituyendo el crédito por la tarjeta virtual prepago, algo que para el ahorro no resulta muy indicado.

Obviamente esto son patrones generalistas, es decir, puede haber quien desee tener dos tarjetas de crédito ya que una de ellas le ofrece unas buenas condiciones de financiación a medio plazo y la otra le permite asumir disponibles a bajo coste para imprevistos, pero estaríamos en el mismo caso, es decir, en la necesidad de revisar profundamente el tipo de productos que tenemos y lo necesarios que son realmente para nuestras finanzas.

 

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